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jueves, 6 de agosto de 2020

Acodo, bulbos y tubérculos son técnicas de propagación de especies


Acodo.

Algunas plantas presentan una tendencia natural a regenerarse mediante el autoacodo, es decir, formando raíces adventicias a partir de tallos que tocan el suelo.

Entre estas plantas se encuentran las del género Campsis, Hydrangea  anomala subsp. petiolaris y la hiedra (hereda). Algunas forman nuevas plantas mediante acodo apical.

Tipos de acodos inducidos.
Incisión en un tallo acodado.

El acodo explota la tendencia de algunos tallos en crecimiento de producir raíces en el lugar donde se realiza una incisión, mientras aún se encuentran ligados a la planta original. Una vez enraizados, los tallos o acodos se separan de la planta madre, desarrollándose por su cuenta.

Aunque requiere bastante espacio, el acodo es una buena forma de obtener un número reducido de ejemplares nuevos con relativa fiabilidad, ya que estos son alimentados por sus progenitores hasta que enraizan.

El acodo implica, en la mayoría de los casos, inclinar el tallo hacia el suelo, como ocurre en el acodo simple y en el apodo en serpentina.

El acodo explota la tendencia de algunos tallos en crecimiento de producir raíces en el lugar donde se realiza una incisión, mientras aún se encuentran ligados a la planta original. Una vez enraizados, los tallos o acodos se separan de la planta madre, desarrollándose por su cuenta.

Aunque requiere bastante espacio, el acodo es una buena forma de obtener un número reducido de ejemplares nuevos con relativa fiabilidad, ya que estos son alimentados por sus progenitores hasta que enraizan.

Realización del acodo subterráneo.
Acodo subterráneo.

El acodo implica, en la mayoría de los casos, inclinar el tallo hacia el suelo, como ocurre en el acodo simple y en el apodo en serpentina.

En el acodo subterráneo, el apodo bajo tradicional y el más complejo acodo francés, los tallos acodados también se entierran para evitar el etiolado y se podan, lo cual refuerza la energía y ayuda a crear las hormonas de crecimiento necesarias para el enraizamiento en lugares específicos de los tallos.

El acodo aéreo se utiliza con tallos que no pueden doblarse hasta el nivel del suelo; en su lugar, se coloca un medio de enraizamiento envuelto alrededor de la rama aérea.

A través de una incisión realizada la corteza, el tallo atrapa el alimento que normalmente se dirige a las raíces, consiguiendo así energía para el enraizamiento.

Órganos de reserva.

Tipos de bulbos y forma de propagación de los bulbos.

Algunas plantas poseen órganos naturales de almacenamiento de reservas que les permiten sobrevivir durante los periodos de latencia hasta que las condiciones para el desarrollo vuelven a ser favorables. Estos órganos de reserva pueden durar varios años o renovarse anualmente, y en ambos casos se trata de un proceso vegetativo de regeneración posible explotar para la producción de nuevos ejemplares.

Las especies que poseen órganos de reserva suelen denominarse colectivamente plantas bulbosas, aunque solo algunas son verdaderos bulbos.

Los bulbos son tallos comprimidos con una parte basal a partir de la cual se desarrollan raíces. 

Cada bulbo contiene una yema con un vástago embrionario o una flor embrionaria completa, envuelta con una serie de hojas carnosas denominadas escamas.

En bulbos como los narcisos, los tulipanes y las cebollas, estas escamas envuelven completamente las capas inferiores; este tipo de bulbo se describe como no escamoso, y está envuelto por una cubierta semejante al papel, llamada túnica, que lo protege del daño superficial y la sequía.

Otros bulbos, como los lirios y los del género Fritillaria, producen hojas más estrechas y con escamas modificadas que no se encuentran protegidas por una túnica; se conocen como bulbos escamosos y son más sensibles a las sequías.

Bulbillos subterráneos y bulbillos aéreos.

Los bulbos se reproducen mediante vástagos o en ocasiones mediante bulbillos subterráneos y aéreos. Lo más fácil y rápido es fragmentarlos para que se desarrollen de forma independiente.

Las plantas con bulbos pueden incrementar su número en gran cantidad mediante métodos diversos, aunque suelen ser más lentos y no siempre dan buenos resultados. Es posible dividir un bulbo en fragmentos, mediantes láminas (laminado) o en partes de escamas, cada una con una parte de la lámina basal.

Sí las condiciones son las adecuadas, es posible provocar el desarrollo de bulbillos sobre las láminas basales, a partir de las láminas o los padres de escamas. Al arrancar un bulbo escamoso del suelo, las escamas desprendidas, si se dejan en el suelo, formarán una nueva planta.

En la escamadura, las hojas transformadas en escamas se arrancan de forma deliberada para que formen bulbillos, como ocurre con el laminado y los pares de escamas.

En el caso de los jacintos, los métodos más efectivos son el vaciado y la realización de una muesca, que consiste en dañar la lámina basal, dejando un anillo externo intacto, mientras que en el de la muesca se realizan dos cortes superficiales en ángulo recto sobre la lámina basal.

Algunas plantas bulbosas producen diminutos bulbos (bulbillos subterráneos) o estructuras parecidas a bulbos (bulbillos aéreos). Estos, enraizan en el suelo o bien se arrancan para formar nuevas plantas.

Cormo y cormelos.

Cormos.

Se forman a partir de la base subterránea del tallo. Desarrolla una especie de escamas de textura parecida al papel, así como yemas, de las cuales una a dos alcanzan la superficie. En la mayoría de los casos, el cormo se renueva cada año. Formándose en la base del tallo de la estación en curso, sobre el cormo anterior. Alrededor del cormo parental pueden formarse cormos diminutos, llamados “cormelos”, que pueden utilizarse como medio de propagación.

Rizomas.

Se desarrolla normalmente en tallos subterráneos. Bien sean estos gruesos, como en el caso de los lirios barbados. Delgados, de amplia distribución y desarrollo rápido, como el de Elymus repens. Forma de corona, como el del espárrago. Los helechos producen también una serie de estructuras rizomatosas.

Cuando el rizoma crece, con frecuencia se divide en varios segmentos, cada uno con diversas yemas que se desarrollan cuando las condiciones son favorables. Los segmentos pueden cortarse para la propagación. Algunos rizomas parecen raíces carnosas; trátelos como esquejes de raíz.

Tipos de tubérculos.
Propagación con falsos tubérculos.

Tubérculos de raíz.

Son tallos modificados, con las mismas funciones y ciclo vital que los tubérculos de raíz, pero con un mayor número de yemas sobre gran parte de su superficie. Muchos tubérculos pueden provenir de una sola planta, como en el caso de la patata (Solanum tuberosum).

Los tubérculos de especies vivaces como Anemone coronaria aumentan su tamaño en la estación de crecimiento, produciendo hojas y flores en la parte superior, y raíces en el otro extremo o en ambos. Para propagar tubérculos de tallo, extraiga esquejes basales o corte en fragmentos.

Pseudobulbos.

Se encuentran únicamente en las orquídeas simpodiales cómo Cymbidium. Con frecuencia semejan yemas, pero en realidad son tallos gruesos que salen de un rizoma. Los pseudobulbos pueden dividirse de varias formas cortando por el rizoma.

Otros órganos de reserva. Ciertas plantas, por ejemplo, Saxifraga granulata y algunas especies del género Kalanchoe, desarrollan yemas redondeadas, parecidas a bulbos, en las axilas de los vástagos. Pueden propagarse del mismo modo que los bulbillos o los “cormelos”.

sábado, 18 de enero de 2020

La Huerta en casa

Plantas, flores, huerta, cactus, orquideas, cuidado de las Plantas y el jardin.


¿Sabes qué necesitas para montar un huerto en casa paso a paso?

La mayor parte de la población vive en ambientes muy urbanos sin ningún contacto con el medio natural y rural, esto hace que cada día más personas sientan la necesidad de introducir un poco de “verde” en sus vidas.
Disponer de un pequeño huerto en nuestro hogar, va a suponer una vía de escape frente al asfalto, el cemento, el ruido, la contaminación y también frente al estrés y las preocupaciones.
Nos va a permitir conocer el ciclo de vida de los vegetales y las relaciones entre distintos seres vivos, potenciando nuestra capacidad de observación y ofreciéndonos un recurso educativo muy valioso para nuestros hijos.
Constituirá un lugar de aprendizaje continuo a través de la experiencia que vayamos adquiriendo en el cultivo de nuestras hortalizas.
Nos proporcionará alimentos sanos, nutritivos y sabrosos que nos harán pensar en el origen de los alimentos, convirtiéndonos en consumidores más responsables y exigentes en cuestiones como la seguridad y la soberanía alimentaria.
Por todo ello y por muchas más cosas, vale la pena tener un huerto en casa. ¿Empezamos?

Un lugar con luz del sol directa

Podemos crear un huerto urbano prácticamente en cualquier lugar, un pequeño jardín, un patio, una terraza, un balcón o incluso una ventana nos va a permitir cultivar nuestras hortalizas. Pero hay una cuestión indispensable, que es disponer de un lugar con luz del sol directa.
Las hortalizas al igual que el resto de las plantas necesitan la luz solar para obtener energía a través de la fotosíntesis.
En principio la mejor orientación será aquella que nos permita una buena cantidad de horas de luz directa, normalmente orientación sur o sureste, aunque también habrá que tener en cuenta los obstáculos que podamos tener y que nos puedan crear sombras (edificios, etc.).
En la mayoría de ocasiones no podemos elegir entre varias ubicaciones para el huerto y tenemos que adaptarnos al espacio disponible.
En cualquier caso, será importante valorar la disponibilidad de luz solar que tenemos en las diferentes épocas del año y valorar qué tipo de cultivo vamos a realizar.
Puede ser que nuestro espacio sólo permita el cultivo en primavera-verano, época durante la cual la trayectoria del Sol es más elevada, disponiendo de luz suficiente, mientras que en invierno no reciba nada de luz.
Sin embargo hay espacios que disponen de luz suficiente durante todo el año, pudiéndose cultivar en cada época los cultivos de temporada.
Por lo tanto, en función de la insolación que tengamos elegiremos las hortalizas que cultivaremos.
Si tenemos muchas horas de sol en verano, recurriremos a cultivos exigentes como las berenjenas, los tomates o los pimientos, mientras que si recibimos menos horas de sol, optaremos por cultivos menos exigentes como lechugas, cebollas, rábanos, fresas.

Recipientes y sustratos

En una vivienda unifamiliar con un pequeño terreno, podremos destinar una zona para nuestro huerto, delimitando el espacio y aportando al suelo abonos orgánicos que mejoren sus condiciones físico-químicas y su fertilidad.
Pero si no disponemos de suelo, podemos crear nuestro huerto usando recipientes de cultivo y sustratos orgánicos.

Recipientes:

Elegiremos siempre aquellos que nos permitan un mayor volumen de sustrato, en función del espacio disponible que tengamos, siendo más importante el volumen total que puede albergar que no la profundidad del recipiente.
Existen recipientes de todos los tamaños y todos los materiales, siendo mejor una opción u otra según el espacio y el tipo de cultivos que queramos desarrollar.
Uno de los más interesantes es la mesa de cultivo, con diferentes longitudes, anchuras y alturas, se puede adaptar muy bien al espacio disponible permitiéndonos cultivar en una posición cómoda.
También podemos utilizar jardineras, dando mejor resultado las de madera por su capacidad aislante del sustrato frente al calor o el frío exterior.
Otras opciones son los recipientes de geotextil o macetas textiles que tienen como gran ventaja su ligereza o los jardines verticales que se adaptan muy bien a los espacios más reducidos.

Sustratos:

Lo más adecuado es usar sustratos orgánicos, los cuales deben.
  • Ser ligeros, para permitirnos su manejo con facilidad y no sobrecargar nuestras terrazas o balcones.
  • Tener una adecuada porosidad, que permita una buena aeración (circulación del aire que permita la respiración de las raíces) y retención de agua (que permita que se cree una reserva de agua en el sustrato a disposición de las raíces).
  • Retener nutrientes fundamentales.
Estos 3 requisitos los cumplen los sustratos orgánicos compostados, como el vermicompost (residuo orgánico digerido por la lombriz de California), que actuará además como abono al aportar todos los nutrientes que necesita la planta.
Otro sustrato que no aporta muchos nutrientes pero que tiene algunas de las propiedades mencionadas (ligereza, aeración, retención de agua y retención de nutrientes) es la fibra de coco.
Por ello puede ser interesante componer nuestro sustrato combinando uno que aporte buenas condiciones estructurales (fibra de coco) y otro que actúe como abono aportando los nutrientes y las propiedades de la materia orgánica (vermicompost).
La proporción adecuada podría ser 60% de fibra de coco y 40% de vermicompost.
Cada vez que acabamos un ciclo de cultivo y retiramos las plantas, es conveniente remover el sustrato para evitar la compactación que éste sufre con el tiempo, para mejorar la porosidad y evitar la formación de grietas, además de hacer una nueva aportación de compost o vermicompost, para reponer los nutrientes que se hayan consumido o lavado.

Sistemas de Riego para el Huerto

En los recipientes, el agua se agota con mayor facilidad que en el suelo, lo cual nos va a obligar a estar más pendientes del riego.
Por otro lado, a veces, caemos en un exceso de agua que puede provocar un lavado, y por tanto pérdida, de nutrientes fundamentales para la planta.
Por este motivo, una de las tareas más importantes y donde tenemos que ser más precisos es en el riego, buscando siempre mantener una humedad constante, ajustándola a la época del año y a las hortalizas que estemos cultivando.
Podemos regar de forma manual, lo cual será un buen método sobre todo en pequeños huertos (3 o 4 macetas).
Lo más adecuado, en este caso, es el uso de la regadera y hacer el riego poco a poco para evitar la formación de grietas en el sustrato.
En cambio, si tenemos un huerto relativamente grande y sobre todo si en la época de verano recibimos mucha insolación, es de gran ayuda la instalación de un sistema de riego por goteo con programador.
Este sistema nos va a permitir controlar el caudal de riego y la frecuencia de una forma más exacta, aportando al sustrato el agua que necesita, sin malgastarla y sin provocar excesos de riego.
Existen en el mercado Kits completos de autoriego que se adaptan muy bien a pequeños huertos urbanos.
También tenemos la opción de las jardineras con autoriego, que disponen de un depósito de agua en la parte baja que mantiene húmedo el sustrato permanentemente. Este sistema puede dar buenos resultados sobre todo en las hortalizas menos exigentes con el agua.
Cualquiera de los sistemas de riego mencionados puede ser bueno, aunque su buen funcionamiento dependerá de que el sustrato sea de buena calidad y esté bien estructurado, ya que esto permitirá que al regar, el agua tenga una buena distribución en horizontal y no tanto en vertical.
Si la estructura del sustrato no es la adecuada el agua tiende a filtrarse por las grietas que se forman y acabará perdiéndose por debajo del sustrato, antes de empaparlo adecuadamente.

Semillas y Plantones

Una vez tenemos claro el espacio que vamos a emplear, los recipientes que vamos a usar, el sustrato y la forma de riego, sólo nos queda conseguir las plantas que vamos a cultivar, las cuales las podremos desarrollar a partir de semillas o de plantones.
Para el agricultor principiante recomendamos comenzar a cultivar utilizando plantones.
Cada vez son más los viveros cercanos a las ciudades que ofrecen plantel (sobre todo en primavera) debido al aumento importante de aficionados al huerto en casa.
Esta es una opción interesante para aquellos que se inician en el cultivo ya que, aunque no vemos la primera parte del ciclo de la planta, simplifica bastante las tareas del huerto.
Poco a poco, conforme vayamos adquiriendo experiencia, podemos ir combinando el uso de semillas y plantones, optando preferentemente por el uso de semillas ecológicas.
Por último en una fase avanzada de nuestra experiencia como agricultores urbanos podemos plantearnos también la obtención de semillas de nuestros propios cultivos, seleccionando aquellas plantas más vigorosas y que mejor cosecha hayan producido.
Sembrar, trasplantar y cosechar, son sin duda las tareas más atractivas del huerto en casa.
A continuación, te detallamos cada una de estas actividades.

Siembra del huerto

La siembra la podemos hacer en un semillero, protegiendo la planta en sus primeras fases de desarrollo, o directamente en su emplazamiento definitivo, en el caso de hortalizas que no soportan bien el trasplante como las zanahorias, los rábanos o las habas.
Para la mayoría de las hortalizas va a ser interesante hacer una siembra protegida en semillero, ya que además de proteger la planta, nos va a permitir aprovechar mejor el espacio del huerto, haciendo la selección de las plantas que vamos a cultivar en el semillero y llevándolas al recipiente final cuando ya tengan cierto desarrollo.
En el mercado existen multitud de tipos de semilleros:
  • Alvéolos de plástico (en bandejas o individuales). Tienen como ventaja que se pueden reciclar, siempre y cuando se laven bien después de cada uso.
  • Alvéolos de turba (en bandejas o individuales). La turba es un tipo de sustrato, por lo que al trasplantar no es necesario sacar el cepellón sino que se planta el alveolo entero, siendo menor el impacto para las plantas.
  • Pastillas de turba prensada. Resultan cómodas, ya que no es necesario aportar sustrato extra, sólo hay que mojar la pastilla.
  • Semilleros protegidos. Algunos semilleros incluyen una tapa transparente para evitar el daño de heladas o cambios de temperatura, o bien para adelantar la siembra.
  • Semillero eléctrico. Nos aseguramos en invierno una temperatura superior a los 20 grados, lo cual facilita mucho la germinación de nuestras semillas.
  • Semilleros reciclados. Como semilleros también nos pueden valer pequeños recipientes como envases de yogurt.
Los pasos a seguir a la hora de realizar un semillero son:
  • Buscar un lugar donde le dé bastante el sol. Aunque luego por la noche (en semilleros no protegidos) haya que resguardar el semillero en otro sitio a salvo de las bajas temperaturas.
  • Poner el sustrato. Se usa el mismo sustrato que en los recipientes finales. Para el caso de semilleros en bandeja, un consejo, una vez esparcido el sustrato dar unos leves golpes para que se asiente el sustrato y volver a poner más.
  • Sembrar. La profundidad a la que se entierra la semilla es 2 o 3 veces su diámetro, pero en el caso de las más pequeñas como las de las fresas, se mezclan con arena fina y se reparte esta mezcla.
  • Regar. En esta primera fase la planta es muy sensible a la falta de agua, por lo que el sustrato ha de estar siempre húmedo. A la hora de regar ha de utilizarse la regadera cerca del semillero y haciendo un movimiento pendular.
  • Clarear. Si han germinado varias semillas por alveolo hay que hacer un clareo dejando una plántula, la que veamos más fuerte.

Trasplante

Cuando las nuevas plantas germinadas tengan varias hojas verdaderas (sin ser cotiledones) y su altura sea superior a la del envase, habrá llegado el momento de hacer el trasplante siguiendo estas recomendaciones:
  • Sacar el cepellón del alveolo o recipiente. Mejor si un día antes se ha regado porque el cepellón saldrá más fácilmente si está algo húmedo, por el contrario no hay que intentarlo si está seco o encharcado. Si de todas maneras se quedara pegado, con unos pequeños golpes se separará, aunque hay que hacerlo con cuidado en el caso de las cucurbitáceas (pepinos, calabacín,..). En cambio, las lechugas, cebollas o coles llevan mejor esta operación pudiéndose trasplantar incluso a raíz desnuda.
  • Plantar en el recipiente definitivo. Una vez colocamos la planta en su emplazamiento definitivo, es conveniente chafar un poco alrededor del tallo para asegurarnos que no se queda una bolsa de aire entre las raíces y la tierra, pero sin pasarnos porque podemos compactar el sustrato.
  • Regar. El primer riego tras el trasplante ha de ser abundante, para que el sustrato se asiente y las raíces queden bien en contacto con ella.

Cosecha de frutos en el huerto

Se trata de la tarea más agradecida del trabajo en el huerto, pero hay que saber cogerle el punto y elegir el mejor momento para recolectar.
Los cultivos en los que obtengamos frutos, el momento adecuado puede ser cuando estén maduros, como el tomate cuando se torna de color rojo. Sin embargo, en pepinos y calabacines hay que recolectar antes de que maduren y formen la semilla.
La mayoría de hortalizas de hoja (lechugas, espinacas, acelgas) nos permitirán ir cortando hojas conforme las necesitemos sin necesidad de arrancarlas, por lo que si vamos consumiendo según nuestra demanda el cultivo nos durará más tiempo.
Además, con ajos y cebollas, tendremos una cosecha de tiernos si lo recolectamos antes y de secos si los dejamos más tiempo.
Partiendo de la base de que queremos practicar una agricultura lo más ecológica posible, lo primero que tenemos que entender es que en nuestros cultivos aparecerán todo tipo de insectos y otros organismos, que conformarán el “microecosistema” en el que se irá convirtiendo nuestro huerto urbano.
Esto es algo bueno, no debemos pretender tener un espacio aséptico, de hecho cuanto más variada sea la biodiversidad asociada a nuestro huerto, más estable y resistente a plagas será.
No obstante, para asegurarnos el éxito podemos usar productos de contrastada eficacia y reconocimiento:
Además el estudio y observación de toda esta “vida” y las relaciones que se establecen entre los distintos seres vivos es una de las cuestiones más enriquecedoras para el agricultor de ciudad.
El principal método de control y lucha contra las plagas y enfermedades que debe de llevar a cabo el agricultor ecológico, debe de ser “hacer las cosas bien”.
Es decir, realizar todas aquellas prácticas que van a hacer de nuestro pequeño huerto un espacio fértil, resistente, estable, biodiverso, etc.
Algunas de estas prácticas son: las rotaciones, las asociaciones, el uso de materia orgánica como principal abono de nuestros cultivos, realizar un riego adecuado, etc.
Ahora bien, aunque pongamos en práctica todas estas prácticas, algunos de los seres vivos que se instalan en nuestro huerto pueden ser perjudiciales e incluso convertirse en una plaga u ocasionar enfermedades en nuestras plantas.
En estos casos, debemos identificar las causas y actuar mediante productos y procedimientos eficaces.
Podemos diferenciar 2 tipos de problemas en nuestros cultivos:
  • Enfermedades, producidas por hongos, bacterias y virus.
  • Daños por plagas, de animales, sobre todo insectos y arácnidos.

Enfermedades en el huerto

Son más difíciles de diagnosticar y de tratar, ya que, salvo en algunos casos, no vamos a observar directamente al causante del problema y tendremos que diagnosticarlo observando sus efectos (ej.: “acucharamiento” de las hojas del tomate producido por el virus de la cuchara).
En estos casos, debemos de actuar sobre todo de una forma preventiva, fortaleciendo nuestras plantas con buenos abonos orgánicos como el humus de lombriz y con fertilizantes ecológicos como el extracto de ortiga que potencia las defensas naturales de las plantas.
También podremos utilizar en el caso de enfermedades por hongos, que suelen ser las más comunes (como el oídio, el Mildiu o la negrilla) tratamientos más específicos tanto de forma preventiva, como en las primeras fases de desarrollo, algunos de ellos son el extracto de cola de caballo o el própolis, ambos productos naturales inocuos para las personas.
Adicionalmente, podemos tratar con fungicidas estos problemas de forma puntual.
Si finalmente tenemos plantas afectadas, deberemos eliminar las partes dañadas (hojas y tallos) o incluso eliminar plantas enteras para evitar la propagación de la enfermedad a las plantas vecinas.

Plagas en el huerto

Son más fáciles de identificar, ya que normalmente podemos observar directamente al agente causante del problema.
En estos casos, antes de actuar, debemos evaluar si el agente potencialmente plaga está ocasionando realmente un problema o se mantiene en una población baja y estable que no ocasiona graves problemas.
Esto es importante, ya que a veces tener una población baja y estable de algún insecto plaga como el pulgón, puede ser incluso interesante ya que atraerá a insectos beneficiosos para el huerto como las mariquitas.
Si por el contrario, consideramos que tenemos una plaga que está dañando nuestros cultivos, actuaremos de la siguiente manera:
  • Valorar si nos estamos equivocando en alguna práctica (exceso o falta de riego, exceso de abonado, cultivo fuera de temporada, falta de insolación.). Esto es muy importante, ya que muchas veces la aparición de una plaga nos indica debilidad de la planta por un mal manejo (un ejemplo claro es la aparición masiva de pulgón, que es indicativo de una gran concentración de Nitrógeno en la salvia de la planta, debido a un exceso de abonado sobre todo si utilizamos fertilizantes líquidos, que la hace muy atractiva a estos insectos chupadores).
  • Eliminación manual de los insectos. Ésta es una forma muy eficaz de controlar las plagas en huertos de muy pequeñas dimensiones, como los huertos de terraza o balcón y frente a plagas muy visibles como las orugas defoliadoras.
  • Eliminación de las partes dañadas (hojas y tallos).
  • Tratamiento con productos ecológicos. Cuando tenemos plagas extendidas y difíciles de eliminar manualmente, podemos utilizar productos ecológicos, como:
  • Jabón potásico: insecticida de contacto que debilita el exoesqueleto de los insectos. Se utiliza sobre todo para el control de ataques de insectos chupadores como el pulgón, la cochinilla o la mosca blanca.
  • Aceite de neem: se trata de un insecticida natural que se extrae del fruto de este árbol, que actúa frente a una amplia gama de plagas como: mosca blanca, minador, araña roja, trips, pulgones, piojo, escarabajo de la patata, chinches. La acción conjunta de jabón potásico y neem hace que sea todavía más efectivo el tratamiento.
  • Bacillus thuringiensis: se trata de una toxina que producen estas bacterias, totalmente inocua para el hombre y para la fauna útil, que actúa de una forma muy selectiva con las orugas de muchas especies plaga como la tuta, heliothis, plúsidos, rosquilla verde, la mariposa de la col etc.

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